Dejar ir desde el corazón.
Desde que estamos
muy pequeños aprendemos que no todo en la vida se nos puede dar. Aprendemos con
situaciones cotidianas tales como: Cuando pedimos algo a nuestros padres y recibimos
un simple NO como respuesta; cuando estamos en una competencia bien sea
deportiva o escolar y alguien más saca el puntaje más alto y se ganan la
estrella o el trofeo de premio. Ahí es donde vamos creando lo que llamamos “tolerancia
a la frustración”.
A medida que
vamos avanzando en edad vamos aplicando esa tolerancia en otros escenarios de
nuestra vida; en el empleo cuando promueven a alguien más o cuando estamos en
la búsqueda de trabajo y no nos llaman; en las filas de los bancos o minimarket,
o en momentos tan sencillos como cuando deseamos por ejemplo un vaso de leche y
vamos a la cocina por este y vemos que nuestro hermano se está tomando el último
trago que había. Etc.
En esos momentos
es donde aprendemos el verdadero significado y valor de las cosas, ahí es donde
aprendemos a respetar y cuidar cada una de ellas, entendiendo por cosa: lo
material, las relaciones interpersonales, el empleo, el dinero, entre otros.
El aprender a
Dejar ir se encuentra muy relacionado con la tolerancia al “NO” que hayamos
desarrollado a lo largo de nuestra vida.
Si de niños siempre teníamos todo a pedir de boca y nunca recibimos un
NO como respuesta o si cuando lo recibíamos solíamos gritar y realizar
pataletas y de esa forma ese NO se convertía en un SI, al ser adultos esa
tolerancia a la frustración definitivamente no se ha formado y crecemos siendo
seres presumidos, egocentristas y caprichosos. Lo cual nos conducirá a un
camino de sufrimiento.
Un ejemplo muy
claro de esto, es cuando alguien con quien hemos compartido nuestra vida ya no
está; bien sea por mentiras, infidelidades o porque simplemente ya no está en
este plano terrenal. Nadie dice que no va a doler; debemos darnos un tiempo
prudencial para realizar nuestro duelo, pero no podemos seguir sumiéndonos en
esa angustia, en esa ausencia, no podemos permitirnos entrar en crisis de
ansiedad o síndromes depresivos. Lo cual
nos lleva no solo a descubrir que nuestra tolerancia a la frustración está débil,
sino que además nos damos cuenta que solo vivíamos para el otro y no teníamos vida
propia.
Es por todo esto
que nos cuesta tanto dejar ir, que nos cuesta tanto soltar, por eso lo hacemos
con dolor, con rabia y en algunos casos con frustración. Ahí demostramos que
realmente lo que duele es el ego; nos damos cuenta que ese dolor no viene solo
por el amor que le tenemos a la otra persona sino por el amor propio herido y
nos empezamos a preguntar ¿Por qué nos dejó?, ¿Por qué me abandono?, ¿Me hace
falta, le haré falta yo? Y se vuelve una sola constante YO-YO.
Si realmente
sentimos amor por esa persona debemos dejar que el continúe su proceso y desear
que este donde este sea realmente feliz.
Aceptar que no éramos lo que él deseaba o que ya había cumplido su ciclo
en el trascender por esta tierra, permitiéndonos continuar con nuestra vida. Soltando para abrir espacio a lo que llegará,
llenando ese vacío con nuevos sueños, nuevas expectativa y nuevas ilusiones; recordando
con amor los momentos vividos diciendo adiós desde el corazón y permitirnos
aprender de cada proceso, ese es nuestro deber.
De esta forma nos damos prioridad amándonos, respetándonos y aceptándonos.
Los invito a
reflexionar sobre cuáles son nuestros apegos y si definitivamente debemos dejar
que ellos nos dominen o retomar el poder de nuestras vidas. Recuerda que el apego no solo es hacia una
persona, también existen apegos por el dinero, el éxito, el fracaso, el victimismo…
entre otros. Decídete a perdonarte, decídete a vivir en coherencia, decídete a
amarte.
Ft. Nathalie Cruz Villa
Terapeuta Bio-sanación Emocional
Esp. Psicopedagogia Especial
Coach Nutricional - PNL
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Carrera 45 #3ª-39 B/El Lido (Cali-Colombia)
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